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Reflexiones sobre el sentido interno de «Jerarquía»

Prefacio

Existe actualmente una profunda necesidad de que la humanidad se familiarice con el sentido oculto, con el pulsar interno de la palabra-símbolo «Jerarquía», para poder sintonizarse con su radiación y así poder cooperar con la Gran cadena del Bien.

Iluminador resulta constatar el origen etimológico del término «Jerarquía». El mismo proviene de la palabra latina hierarquia, la cual, a su vez, tiene su origen en la griega hierarchía. Hierarchía está compuesta de la raíz hierós, que significa “sagrado” y de otra palabra con múltiples sentidos que es arché. Arché significa comienzo, no en el sentido secuencial o cronológico, sino como origen de las cosas, la fuente a partir de la cual las cosas llegan a ser. Es la causa activa o causa primera de la que todo deriva. Es principio y fundamento de las cosas. Asimismo, arché alude a lo primero en importancia o valor y por ello se aplica a una autoridad, un gobernante, un sacerdote. Podríamos decir que desde un punto de vista amplio y filosófico arché significa orden y por extensión, se aplica al gobierno o autoridad que aplica y rige ese orden. Entonces podemos concluir que en su sentido esencial y de síntesis, Jerarquía significa principio, origen, fuente sagrado. Desde un punto de vista más amplio y universal, Jerarquía es orden sagrado.

¿Cuándo un orden es sagrado? ¿Cuándo un gobierno es sagrado? Internamente lo sabemos: algo es sagrado cuando aplica la Ley, cuando se rige por la Ley, cuando manifiesta la esencia de la Ley. La Ley es el orden real de las cosas. La Ley es lo sagrado. Constituye el ritmo ordenado de la manifestación. La energía primordial o la Vida, la que emana directamente del Supremo Absoluto o del Uno, al iniciar el camino de la manifestación o de su propio despliegue, se revela como Ley. Sin Ley, es decir sin orden ni ritmo, ni patrones específicos, los mundos no pueden existir, no pueden ser traídos a la manifestación. La ley, como orden de lo real, es graduado: cada plano de realidad y su correlativo nivel de Conciencia tiene sus propias leyes que lo moldean y lo rigen. De modo que en lo manifestado, o en lo creado, hay una gradación desde lo uno (el Supremo Absoluto) a lo múltiple. La Ley es jerárquica por naturaleza porque expresa el escalonamiento ordenado de la energía manifestada. En un sentido más preciso, se puede decir que en este ordenamiento jerárquico de lo real existe un cierto verticalismo que determina planos/niveles superiores y por lo tanto, leyes superiores o supremas. La Ley Mayor es la Fuente de Vida en el sentido del Supremo Absoluto del cual todo surge y al cual todo retorna. En la medida en que este Magno Principio se manifiesta, subsiguen todos los planos y niveles de Conciencia y con ello las leyes que rigen la evolución de los diversos mundos manifestados. El verticalismo, el ordenamiento jerárquico es una cualidad del Padre manifestado. Este verticalismo virtuoso, el orden por el cual lo manifestado existe y se sostiene, es el sentido esencial de la Jerarquía. Es lo que llamamos Ley de la Jerarquía. Esta ley dice que todo lo manifestado está ordenado jerárquicamente, es decir, que existe un orden armónico en lo manifestado.

Cada plano y nivel de Conciencia está regido entonces por sus propias leyes. Una parte importante de estas leyes son las Leyes evolutivas que, en cada plano, determinan el movimiento de regreso a la Fuente de cada una de las partículas o seres que comprende ese plano. Existe además un Plan Evolutivo para que cada universo alcance o realice el Propósito cósmico por el cual fue traído a la manifestación. Así planetas, sistemas solares, galaxias y coyunturas aún mayores responden a un Plan Evolutivo diseñado para que puedan realizar y consumar un Propósito Divino. Son las Jerarquías las que conocen este Plan Evolutivo y las Leyes Regentes, es decir, las leyes que predominan en determinado ámbito y ciclo. Llegamos así al sentido esotérico de Jerarquía. Jerarquía es un conjunto de Conciencias cuyo accionar se rige por leyes: las Leyes Regentes, la Ley de Retorno (con sus consecuentes Leyes Evolutivas Superiores) y el Plan Evolutivo, entre muchas otras. Las Jerarquías de los diferentes planos representan entonces el Gobierno Espiritual, el orden sagrado, aquel que aplica la Ley y se rige por la Ley.

Una Jerarquía está compuesta por seres que han trascendido la evolución material o que jamás han pasado por ella (como es el caso de los seres que pertenecen al reino dévico). No puede decirse que una Jerarquía esté formada por seres individuales, pues los seres que han trascendido la evolución material ya han sido integrados a Conciencias mayores. Según nos aproximemos a planos más elevados, esos seres forman núcleos concienciales o energéticos más amplios y vastos hasta llegar a Entidades, las cuales comprenden Grupos de Mónadas, Avatares, Jerarquías e incluso civilizaciones, reinos y sectores completos de uno o varios universos. Entidades que operan entre diferentes universos y planos están más allá de las Jerarquías porque responden directamente al Propósito Cósmico y al diseño del Plan Evolutivo para cada sector. Son el eje transversal, la esencia que atraviesa y anima el accionar de las Jerarquías planetarias, solares, galácticas.

Un ser que ha trascendido la evolución material está consagrado a la meta universal y en consecuencia, está completamente donado al servicio. El servicio es la gran meta cósmica, la verdadera realización de los seres en manifestación. La tan ponderada “auto-realización” o la “iluminación” individual ciertamente no existen como tales, porque el Cosmos es como un gran tejido vivo en que todo está esencialmente interrelacionado. Desde este punto de vista esencial, todo ser tiene un cósmico impulso existencial de proyectarse a otro: todo ser refuerza los lazos que lo unen a otros en esta gran red cósmica, sin la cual no existiría. Por ello decimos que evolucionamos en grupos de almas, en grupos de Mónadas y en otras coyunturas aun misteriosas para la humanidad. Anhelo y aspiración de unidad, nosotros podemos llamarlo la Suprema Cooperación.

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Vuestras almas como delicados hilos, habitan en mí.

Vuestras almas son las anunciadoras de un Nuevo Despertar.

Yo habito en vosotros y vosotros habitáis en mí.

Reconoced, pues, la Suprema Cooperación.

Andrés Ríos - La Voz de LYS

Suprema Cooperación es otra manera de decir Servicio. Sólo que cuando hablamos de “cooperación” adviene una comprensión mucho más interna, precisa y de alcance más vasto. Comenzamos a comprender que, igual que “hilos”, el trabajo de muchos agentes es una tarea organizada en una red o un tejido que conforma un manto vastísimo. Manto que se constituye en el cuerpo de expresión de Jerarquías y Entidades.

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Son muchos los que se oponen a la Suprema Cooperación.

Pues yo os digo que es en la Suprema Cooperación

que se tejen mundos y sistemas.

La Cooperación es el cimiento de la Jerarquía.

Andrés Ríos - La Voz de LYS

Desde nuestra experiencia humana y terrenal, tendemos a pensar que lo jerárquico está asociado a una cierta dinámica verticalista: una autoridad imparte una orden y corresponde a sus subordinados cumplirla. Del mismo modo, frecuentemente concebimos que una Jerarquía espiritual es un ser (o conjunto de seres) que por su alto grado evolutivo, se constituye en una autoridad capaz de emitir ciertas instrucciones, enseñanzas, órdenes. Estas son transmitidas a quienes se encuentran bajo la influencia directa de esa Jerarquía, con el mandato de realizar una cierta tarea definida. Así, muchos individuos dicen “bajar” o “canalizar” una determinada información que han recibido por vías más o menos internas. A ellos, como “acólitos” de tal o cual Jerarquía, les correspondería transmitir a sus hermanos cierta instrucción o efectuar una tarea, casi siempre bien específica y concreta. Lo problemático de sostener esta concepción verticalista del modo de operar de la Jerarquía, es que enfatiza la idea de una autoridad espiritual separada y cualitativamente diferente de cada uno de nosotros, de la cual recibimos órdenes específicas que difícilmente podrían ser puestas en cuestión. La dualidad como forma-pensamiento está muy presente en este tipo de relacionamiento con lo Superior. Dualidad que es reproducida en el plano humano desde el momento en que sólo ciertos individuos, que se presentan como “elegidos” o “portavoces”, son dignos de entrar en contacto directo con la Jerarquía, en contraposición a una mayoría que carece de dicho “privilegio”. Siempre estamos aquí ante el peligro del proselitismo y el autoritarismo, transfiriendo una vez más a lo superior, patrones de comportamiento humano que obedecen al juego de fuerzas terrenal. Y una vez más también, exaltamos el pretendido “valor” del individuo, al resaltar el supuesto mérito de su propia evolución y desarrollo, como si este fuese fruto de su esfuerzo aislado y autoconsciente.

La Suprema Cooperación es la forma en que opera la Jerarquía. En los planos internos, en los niveles del alma y de la Mónada, no existe tal idea de individualidad separada y que opera por sí misma. El alma, el Cuerpo de Luz, la Mónada trabajan bajo la Ley de la Cooperación. Como decíamos más arriba, constituyen un tejido vivo, una red cósmica, un manto. La Jerarquía actúa en este nivel interno, ajeno al sentido del ego inferior. Podríamos decir que dentro de esta red cósmica que conformamos en ese nivel, una Jerarquía es como un núcleo o un polo magnético e irradiante que invita a sintonizarse con su centro:

Jerarquía es el atractor que atrae todo a su centro.

Jerarquía es la base-cimiento de lo Nuevo.

Jerarquía es el magnetar que transmite la Ley de la Fuente.

Andrés Ríos - El Camino del Lirio

Esencialmente, una Jerarquía espiritual no opera en el sentido verticalista humano que describíamos más arriba. Ella opera por atracción hacia su centro, conformando núcleos y coyunturas cuyo alcance no podemos dimensionar, sino es por un destello que a veces nos otorga la Gracia. Por ello, en su esencia la Jerarquía es Cooperación.

Muchos de vosotros os preguntáis, ¿qué es la Jerarquía?

Nosotros respondemos: “Cooperación”. La Cooperación es el cimiento de la Jerarquía, el eslabón entre mundos. La Ley que llevará a la humanidad “a amarse los unos a los otros”.

Cada uno de los núcleos que somos está filiado a ciertas Jerarquías y Entidades. Esto significa que en esencia y desde lo más acendrado de nosotros mismos, somos uno con esas Jerarquías. Somos como hilos de su manto. Hacia el reconocimiento y la vivenciación de esta unidad estamos llamados por ese impulso crístico de unificación que es la Ley del Amor. Mediante ella, nuestra chispa divina es avivada para ir al encuentro de esa unidad vastísima que ya somos. Cuando iniciamos el camino por el cual nos vamos integrando a núcleos cada vez mayores y universales, comenzamos a vivir esa aspiración de unidad que es la Suprema Cooperación. Empezamos a reconocernos como parte de grupos internos de individuos, los cuales a su vez se hallan enlazados a coyunturas/hermandades mayores, sean de este planeta, de este sistema solar o extra-sistémicas.

Dentro de esta configuración –que visualmente se asemeja a estructuras fractales– los individuos, es decir cada uno de nosotros, con respecto a la Jerarquía/Entidad a la que nos encontramos unidos, no somos simples operadores, ni mucho menos sus acólitos. Incluso decir que somos “instrumentos”, tampoco es del todo exacto. Aunque la noción de ser un instrumento nos permita apartarnos del sentido egoico de creer que somos nosotros quienes actuamos sólo a partir de nuestra propia voluntad consciente, en efecto es una noción que conserva la idea subyacente de que somos distintos de Aquel que nos utiliza como su instrumento. En realidad, la conciencia de ser un instrumento conforma en sí misma una determinada etapa en nuestra aproximación a la Jerarquía. En la medida en que vamos avanzando en el camino de la integración y de la síntesis interna, a través de la simplicidad, el silencio, la entrega, el olvido de sí y la reverencia, comenzamos a vivir en y desde la unidad que somos con la Jerarquía. Realizamos así la unicidad. A partir de entonces, ya no somos simples instrumentos, sino que nos vamos tornando vivos prolongamientos de esas Conciencias Mayores.

No debemos olvidar que la Jerarquía opera siempre en los planos internos de la Vida. Su poder de convocatoria o de atracción actúa en el plano del Alma, del Cuerpo de Luz y de la Mónada. Una Jerarquía no “habla” en los planos intermedios etérico-astrales, porque ella está polarizada en realidad en el nivel Monádico. La base desde donde opera la Jerarquía es la Mónada. En el ser Monádico no existe dualidad, sino la Conciencia de ser parte de la infinita vida cósmica. Sólo desde allí, la Jerarquía puede atraer hacia su centro. Como un eje, un axis ígneo o un haz de luz, una Jerarquía atraviesa los diferentes niveles de conciencia y alineándolos, conecta su centro o su Corazón con el centro o corazón de un individuo o grupo, tornándolos entonces en sus prolongamientos. Este operar es también un descenso de la Gracia. Una Jerarquía, a través de este operar de la Gracia, tiende puentes entre los diferentes niveles de Conciencia, niveles que normalmente estarían separados entre sí como por un abismo. Esto de por sí es un acto de Amor. Sólo por esta conexión de Corazón a corazón es posible que la unión entre el individuo-grupo y la Jerarquía sea real, perfecta y sagrada.

Del mismo modo que un árbol es un columna vertical cuyas raíces se hunden en lo profundo del suelo, así podemos visualizar a la Jerarquía. Una Jerarquía/Entidad es como un eje cósmico (su verticalidad esencial), un núcleo o un magnetar, cuyos prolongamientos que somos cada uno de nosotros, se despliegan y se extienden a los planos donde rige la evolución. Tanto las ramas como las raíces de este árbol cósmico se extienden hacia arriba y hacia abajo, uniendo el cielo con la tierra, creando un puente-red que transmite impulsos evolutivos para los diversos planos y mundos.

Cuando este proceso interno e íntimo de Unión entre individuo-grupo y la Jerarquía-Entidad sucede, el individuo-grupo pasa a operar como un prolongamiento de los planos internos tornándose así un cáliz vivo, portador del Fuego inmaterial. La Jerarquía contacta al hombre cuando éste comienza a trascender la vida común, cuando aspira a vivir patrones de conducta que lo polarizan en la vida del Alma y la vida Espiritual. Que podamos entonces conducirnos con la suficiente simplicidad de nada querer, de nada esperar para ingresar al umbral de la Vida Cósmica, allí donde somos acogidos por la gran red de servicio y Cooperación que es la Jerarquía.

El impulso recibido en este libro que Andrés Ríos nos presenta, rehabilita y al mismo tiempo, actualiza el pulsar interno y oculto de lo que significa Jerarquía hoy en día. Rehabilita su poder al recuperar su verticalidad esencial, su fidelidad a la Ley, aquella que gracias al Primer Rayo nos aparta del pequeño contexto de la vida común y horizontal con sus luchas, intereses y comodidades. Actualiza lo que la Jerarquía nos dice hoy porque nos trae directamente su voz restauradora y despertadora. Esta ígnea voz estimula, alienta, alerta y nos remonta a una comprensión más integral, más global e inmaterial de lo que acontece en la vida interna. Con igual firmeza nos señala las bases de un nuevo caminar y de una renovada manera de estar ante lo Divino en nosotros y de ser a partir de ello.

Cecilia Lammertyn (Editora de los libros "El Camino del Lirio" y "Jerarquía -Señales del Mundo Ardiente")


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