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Trascenderse a sí Mismo.


Quien se trasciende a sí mismo es un eslabón de la Gran Cadena, semilla de una nueva raza, ancorador del rocío del Cosmos. El Amor-Sabiduría habita en él así como la miel en las flores. La verdad transpira en su Ser como un cántico a la Suprema Fuente. Orden-Ceremonial, la nota distintiva de su vida. El Fuego del Amor es el hilo que lo liga a su Jerarquía.

Libre de toda forma, confirma la inmanencia, expresión del Fuego de su Espíritu. Contempla la Llama de la Vida y en silencio se deja moldear por ella. La Jerarquía es su sostén, el Fuego nuclear que expresa la voluntad del Cosmos. Sirve anonimamente, pues sabe que es un instrumento de la Fuente Universal. Bebe del cáliz del Amor, sabiendo que sólo la Ley del Amor podrá ligar lo que está desligado. Sabe que el Amor es la semilla de la Nueva Humanidad.

En silencio trasciende lo cotidiano, como un ave se eleva, cortando lazos, transubstanciando la materia. En silencio contempla la luz, en silencio confirma la luz. Es fuente de Vida, discípulo de la trascendencia. El dulce aroma que emana de su Espíritu lo lleva a interactuar con esferas ardientes. Se interrelaciona con el Cosmos a través del silencio. El silencio es su escudo, su alimento; el silencio es su Ley. Sabe que sólo el silencio como expresión del Amor hará brotar lo Nuevo en cada corazón, revelando la grandeza del Cosmos a la Vida-humanidad. Sabe que aquel que se trasciende a sí mismo será fruto y semilla, la plena manifestación de la Ley, unificando todo en su centro, impregnando los planos de la relatividad con la luz de las esferas. Su vida será un cántico, el replicar de mil campanas anunciando que lo Nuevo ya camina entre los hombres.

Andrés Ríos


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